viernes, 19 de octubre de 2012

Una metrópolis para cada departamento


Cada vez hay más niños que crecen en las zonas urbanas. En el Paraguay, representan el 54 por ciento del total de la población infantil. Las ciudades atraen de manera casi hipnótica a las familias. Ante la infructuosa búsqueda de una mejor calidad de vida ven en ellas una luz de esperanza. Sin embargo, ¿es realista afirmar que en las urbes se vive mejor?
Es verdad que a diferencia de las áreas rurales, las ciudades ofrecen mayores oportunidades de acceso a empleos remunerados, a infraestructura, a los servicios básicos, a la salud y a la educación. No es menos cierto que la demanda de estos servicios ha crecido de manera considerable superando la oferta pública de los cascos urbanos.

El resultado de este fenómeno social es la pobreza, el crecimiento de los cordones marginales, la mendicidad. La metrópolis se encuentra colapsada debido a su acelerado crecimiento demográfico.

El papa Juan Pablo II, líder influyente del siglo XX, destacaba el contraste que existe entre “la pobreza de muchos y la opulencia de algunos”. Las ciudades y sus niños son el reflejo más visible de esta realidad.
Mientras muchos infantes disfrutan de las venturas de la urbanización con los lujos más costosos, otros tantos, los famosos “niños de la calle”, deben mendigar para sobrevivir. No tienen acceso ni siquiera a los servicios más vitales.

Con su informe sobre los niños urbanos en Paraguay, el Fondo de las Naciones Unidas para la infancia (Unicef) subraya que pobreza infantil ya no debe ser relacionada con el área rural.  “Cuando piensen en pobreza, piensen en niños urbanos también” es la recomendación de la organización.

En el documento se estima que un 34 % de los niños pobres se hallan en las ciudades. Es decir, más de 450 mil niños que residen en las ciudades son pobres. Lejos de registrar mejoría, la situación de pobreza de la población infantil ha mostrado una tendencia ascendente en los últimos 12 años.

Es urgente elaborar planes a largo plazo. Cada año la población urbana mundial aumenta en 60 millones de personas. La urbanización no para, creando brechas cada vez más evidentes a su paso.
 Para solucionar este fenómeno social tenemos varias opciones. Algunos autores apuestan a la reforma agraria. No descarto esta opción, prefiero optar por una idea más novedosa.
Los estudios demuestran que, en la mayoría de los casos, la migración se da en dos momentos. El primero es cuando las personas van a asentarse en las cabeceras de los departamentos (ciudades más importantes de cada localidad).

En un segundo momento, cuando estas urbes no tienen la capacidad de satisfacer sus necesidades se produce una nueva migración. Los pobladores dejan sus tierras de origen y se trasladan al área capitalina.
Para frenar la aglomeración de personas en Asunción y en el departamento Central, se deben fortalecer esas “cabeceras”. Reforzando los servicios que en ellas se ofrecen a través de las municipalidades.

Los municipios deben promocionar aquellas inversiones que generen fuentes de trabajo. Deben ampliar los servicios de educación y salud. Por su parte, la administración central debe realizar una planificación territorial, descentralizar sus servicios y otorgar más presupuesto a las representaciones locales.
Descentralizar es la clave. Para que los pobladores no precisen emigrar a la gran ciudad debe existir una metrópolis capaz de saciar los apetitos en cada departamento.

“La pobreza de muchos y la opulencia de algunos”  
Juan Pablo II

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