lunes, 22 de octubre de 2012

Paraguayos y paraguayas, niños y niñas…


¿Exigirán que la Real Academia Española acepte el masculino de la palabra persona?
La lucha por la igualdad de género no es nueva, ya han pasado más de dos siglos desde que  las mujeres luchan por sus derechos. Lo más reciente es la tendencia a feminizar el lenguaje, que toma de fuerza luego de la Segunda Guerra Mundial.
Tras el reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres en muchos foros comenzaron a discutirse sobre ciertos términos utilizados en el lenguaje. Muchos de ellos fueron considerados sexistas, como fue el caso de la palabra hombre. Tanta fue la persistencia del sector feminista radical que los Derechos del Hombre pasaron a llamarse Derechos Humanos, pues para algunos el primer nombre no involucra a las mujeres.

En nuestro país esta tendencia también se percibe. La corriente que promociona la feminización del castellano, en especial el desdoblamiento de género (mención explícita del femenino) va ganando espacio. Políticamente hablando no es incorrecto pero, si pensamos en la lengua esta obstinación podría acarrear consecuencias negativas. ¿Por qué?

“Los niños y las niñas que sean alumnos y alumnas de esta escuela tienen que presentarse mañana con sus padres y madres para una reunión con los maestros y maestras de la institución”.

Reiteración innecesaria y redundante convierte una sencilla frase en una oración larga y confusa. Ese es el problema del desdoblamiento de género, va en contra de la economía del lenguaje. Pero este es solo uno de los efectos del feminismo radical en el lenguaje.

Sabemos que se han creado formas femeninas para nombres de oficio como por ejemplo concejal (concejala), juez (jueza), etc. Pero intentemos darle un masculino a estas palabras: víctima/víctimo, criatura/criaturo, PERSONA/PERSONO. Tal vez lleguen a aceptarse, no digo que sea imposible, pero al decir la persona no estoy discriminando al sexo masculino. El problema no es gramatical, es de contenido.

El sexismo es un problema cuando se utiliza la palabra aventurera para hacer referencia a una mujer sin moral de ninguna índole y, por el contrario, aventurero para expresar que es un hombre arrojado, valiente etc. Ese es el problema que no se solucionará mientras nos concentremos en atacar a la gramática.

El inconveniente se halla en el contenido que le damos a ciertas expresiones, no en el término en sí. En esta absurda pelea con la lengua solo lograremos empobrecerla. Debemos trabajar en la erradicación de los estereotipos. Como dijo la lingüista Concha Collado Pérez, “El utilizar lenguaje no sexista, si se lleva al extremo, puede generar situaciones lingüísticas insostenibles. Debemos no ser sexistas y utilizar la lengua con sentido común”.


Saludo a todas las personas y a todos los personos.
Clara Páez

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